En estos tiempos en que la “reinvención” se ha convertido en la palabra clave para enfrentar esta pandemia, las empresas deben entrar en una nueva etapa, en donde su capacidad de innovación sea la piedra angular de la competitividad. Fomentar la cultura de la innovación, diferente a la reinvención, lo que equivale a propiciar la difusión rápida de invenciones e ideas nuevas que les permita re direccionar estratégicamente sus objetivos lo cual no se obtiene por decreto. Justamente por haberse tornado últimamente imprevisible, es importante hacer hincapié en las condiciones que propician el surgimiento de un proceso innovador, pues es la única dimensión en la que podemos intervenir. Asimismo, hay que velar por el costo humano de las mutaciones, teniendo bien presente – como decía Schumpeter – que la innovación es un proceso de “destrucción creadora”.

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Se debe prestar una atención especial a los mecanismos destructores que la innovación conlleva a fin de atenuar sus consecuencias en el plano social y cultural, dado que en estos tiempos de crisis o mejor oportunidades, toda nueva experiencia entraña riesgos de precariedad laboral y reconocer este hecho supone aceptar la idea de que se pueda sacrificar personas, lo cual se puede controlar construyendo zonas de aprendizaje y desarrollo de capital humano.
Entonces, las empresas se convertirán en las nuevas sociedades del conocimiento y de la innovación, es decir sociedades del aprendizaje.
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